martes, 15 de enero de 2013

Estoy haciendo maletas e itinerario para una vida entera...



La mayoría de la gente hace una lista de propósitos de año nuevo: cosas que quiere hacer en los próximos doce meses, metas que pretende alcanzar, hábitos que desea arraigarse y vicios que se asegura dejará antes del próximo 31 de diciembre… Pero yo no quiero hacer eso. En primera, porque todos sabemos lo que estamos haciendo mal, lo que debemos eliminar de nuestras vidas y lo que debemos buscar, y escribirlo en una lista puede ser un recordatorio medianamente útil, pero, al final, si la persona no quiere cambiar no lo va a hacer. En segunda, porque me gusta hacer las cosas porque quiero hacerlas, no porque puedo hacerlas. Si voy a someterme a régimen alimenticio, a tomar clases de algo, a reunirme con alguien, o lo que sea, será porque no me voy a echar para atrás, porque lo estoy haciendo convencida, porque cada día de trabajo invertido será ofrecido con el corazón. En tercera, creo que a cada quien le llega su momento para buscar algo. Que las situaciones son variables, y cuando todo coincide es porque ya es nuestra hora. Que de repente todo se acomoda de tal manera que esa convicción para hacerlo es natural, no te estás obligando porque lo pusiste en una lista el último día del año; simplemente quieres hacerlo, puedes hacerlo, te sientes bien al apostarle todo a tu proyecto, sea cual sea…

Pasando a motivos menos cursis, sé que haga lo que haga este año será uno de los más importantes de mi vida:

Se avecina el cierre de un ciclo muy importante para mí: la preparatoria. En tres meses voy a estarme despidiendo de mi segundo hogar, de mi lugar UNAM.  Prepa 5 ha sido mi refugio, mi salvavidas, mi lugar seguro, mi proveedor de felicidad. Aprendí muchas cosas, descubrí todo un mundo de posibilidades, conocí a las mejores personas del mundo. Sufrí, me desesperé, grité, lloré, reí, aprendí a ver más allá. Lo bueno y lo malo, todo era disfrutable ahí. Todo tenía sentido, todo te enseñaba alguna lección. Caerse, levantarse, seguir caminando y salir victorioso. Me quedo con un montó de experiencias, con una historia para cada lugar, con un corazón renovado, un alma convencida, un espíritu seguro y una gratitud eterna. Satisfecha de mi papel y contentísima por haber tenido la oportunidad de trabajar con profesores tan chingones. En tres meses me despido sin saber que pasará, pero convencida de que todo lo vivido en estos tres años me va a ser útil para el futuro♥

Enlazado, tengo programado mi ingreso a universidad. Todavía no sé a cuál ni a qué carrera, pero sé que cuando elija será con todas las cartas puestas sobre la mesa, con una postura realista y con una convicción estable sobre lo que voy a hacer. Aún no puedo escribir mucho sobre este paso, porque ni siquiera sé en qué dirección lo voy a dar… pero estoy resolviendo los problemas internos que no me dejan decidir, llenando huecos, resanando marcas, desinfectando heridas y eliminando la culpa de las cicatrices. Voy a tomar la decisión más importante de mi vida, y me prometí tomarla con el corazón en la mano. Es todo lo que sé por ahora. Será lo que tenga que ser, lo que me convenza, lo que me llene; que me haga querer perderme por completo en su contenido, que me haga perder la cabeza buscando soluciones. Algo a lo que no deba ponerle un esfuerzo extra para involucrarme. Algo que me salga natural. Algo que pudiera hacer muy gustosa aunque no me pagaran. Algo que no considere un trabajo o una obligación. Algo que me haga sentirme bien, completa, útil.


Y, por si fuera poco, el próximo 24 de julio cumpliré 18 años...
Me queda medio año de seguir siendo una niña, de seguir esperando a que las oportunidades aparezcan, de poder esconder la mano y esperar a que un adulto responda por mí. Sólo seis meses más para que puedan realizar elecciones sobre mí. Seis meses para seguir culpando a mis papás sobre lo que no me he atrevido a hacer, sobre lo que no me he atrevido a ser. Seis meses y oficialmente puedo hacer lo que se me dé la gana.  Seis meses y se acabó, Mondragón: tendrás que hacerte cargo de ti misma, de lo que haces, piensas, eliges, y de lo que no. Crecer duele, ¡claro que duele! Se terminan las justificaciones y las medias tintas… Pero más que pánico y sufrimiento, cumplir 18 años me tiene emocionada. No por la liberación del yugo parental, como la gran mayoría de mis conocidos,  porque afortunadamente jamás lo he tenido; sino por la liberación latente del yugo propio. Para mí, es la edad crucial, el cambio importante. Será el dejar atrás todo lo que alguna vez me hizo daño y empezar a guiarme de una manera más madura, mas segura, más autónoma. Ser más yo y menos lo que siempre han querido que sea. Rescatar lo bueno, pensar en grande, arriesgarse.

Para mí es un nuevo comienzo. Es la mejor oportunidad de ser quien siempre he querido ser, de plantearme sueños y metas a cumplir. La mejor oportunidad para hacer un borrón y cuenta nueva, para pensar en planes a futuro y en las personas que definitivamente quiero que me acompañen a realizarlos.  Es esa inercia que me lleva a  soltar lo que no me pertenece, a querer correr, caer, y volver al juego.

Cumplir 18 años me hace, por primera vez, querer hacer absolutamente todo; querer experimentar mucho con la total seguridad de que las cosas estarán bien. Es una nueva etapa y tengo claro lo que quiero sentir. Quiero ser libre, sentirme plena, completa, feliz♥

Y ese será mi único propósito firme para este año: DISFRUTAR TODO LO QUE VENGA. Dejar de agobiarme por cosas que, al final de todo, ni son importantes. Sonreír más y negarme menos; entregarme de lleno a la vida, aprovechar día tras día, no quedarme con ganas de hacer ni de decir las cosas; estar siempre que me necesiten, ayudar cada que pueda, invertir más tiempo en mí y mis hobbies, en mis salidas a caminar y en los eventos culturales que tanto me llenan. Cuidarme. Dedicar más tiempo a mis amigos, decirles a las personas lo importantes que son en mi vida y tenderles un apoyo incondicional, sin fecha de vencimiento. Atreverme a hacer lo que siempre he querido, y probar un poco de lo nuevo, de eso a lo que siempre me negué. Viajar, tomar fotos y escribir más. Escuchar música y cantar más fuerte. Vencer miedos y vergüenzas. Aprender a hacer el ridículo; disfrutar hacerlo. Educar a mi lado artístico para que salga más seguido, y al impulsivo para que se muestre menos. Derribar barreras y construir puentes. Desechar la paja y cuidar más los tesoros que me han sido entregados. Procurar relaciones. Soltar viejos vicios y arraigar nuevos hábitos. Querer sin esperar nada a cambio. Admirar. Querer. Amar. Valorar. Confiar. Necesitar sin depender. Atreverme y no arrepentirme… Sí, eso quiero. Quiero ser yo, quiero sentirme mejor conmigo misma, quiero estar bien con lo que haga, con lo que diga, con lo que muestre, con lo que enseñe. Quiero, en unos años más, mirar atrás y reconocer que he disfrutado de todas y cada una de mis vivencias, de mis compañías, de mis victorias, y hasta de mis derrotas. Quiero ponerle vida a los años. Quiero sentirme orgullosa de mí misma y de mis compañeros de viaje, de nuestros proyectos, del vencimiento de fantasmas y de cada uno de los libramientos de obstáculos. Quiero hacer. Quiero ser.


El 31 de diciembre fue la línea de salida para muchos. La mía llega el 24 de julio. No son sólo 18 años; es el cierre de mi etapa formativa y el inicio de mi proyección, de mi aporte al mundo, de mi devolución con creces de todo lo bueno que he recibido. Puede que te parezca un poco tarde, pero yo no puedo aventurarme a un viaje tan largo sin llevar todo lo necesario en las maletas. Estoy en ese proceso de organización, de aceptar qué cosas no voy a necesitar, y de envolver bien las que estoy segura que querré tener conmigo en mis siguientes destinos. Estoy armando un itinerario envidiable. Estoy acomodando todo. Estoy poniendo los pies en la tierra a la vez que me van creciendo alas. Estoy animándome a volar…

lunes, 24 de diciembre de 2012

No lo recuerdo, pero sé que todo está bien.


¿Quieres que te diga la verdad?
No recuerdo cómo fue mi Navidad pasada. Sé que terminé bien el año por la entrada que hay en este blog. Sé que la finalicé sin peleas, sin sueños rotos, sin pendientes… pero no recuerdo haber hecho ninguna lista de propósitos, ni haberme fijado metas específicas para este año. (Quizá por falta de tiempo, de inspiración, o por falta de voluntad… porque sabía que siempre abandonaba las cosas a medias, porque siempre me atenía a otro año siendo igual, teniendo las mismas manías, los mismos vicios, los mismos problemas).

Por más vueltas que le doy, no logro traer a la memoria ningún sentimiento. Nada que me remonte a quién era yo hace un año. NADA. Y probablemente se deba a que la pasé sin pena ni gloria porque dejé de sentir emoción por la cena y reunión familiar de la noche del 24, porque de repente ya no le daba la misma importancia de siempre a estos detalles, a estos cambios de ciclo, a este borrón y cuenta nueva que la gente acostumbra hacer en estas fechas decembrinas…

Sin embargo, pese a todo ese desinterés, creo que en este 2012 todo fue tomando forma; todo fue teniendo sentido.
Y esta vez no voy a decir que fue el tiempo o el destino. Esta vez no voy a demeritar mi trabajo. Esta vez yo solita me aplaudo, y me prometo hacerlo mejor para el próximo año. Porque si todo mejoró fue por mí. Por nadie más.
Fui yo la que decidió cambiar, la que soltó sus miedos, la que por fin quizo mostrarse tal como ha sido siempre.

Este año fui yo la que miró a los ojos, la que abrazó sin ser una fecha especial, la que dijo lo que sentía y la que estuvo al pendiente de todo. De todos…


Este 2012 lo termino de una forma completamente distinta a como lo empecé: con 8 kg menos, y con un alma restaurada.


Puede que en proyectos palpables no haya hecho gran cosa, pero mi trabajo interno tiene el tamaño del estadio azteca. Lo juro… 

Y no es que yo fuera una mala persona, siempre he sido una cursi de clóset y una llorona por naturaleza; pero ahí estaba el problema, esa siempre fue la parte invisible, la que sólo yo conocía.
FUE, ¡se siente taaan bonito hablar de eso en pasado! Pero se siente aún mejor el montón de cariño que he recibido estos 12 meses. 
Y entonces un día te sientas, miras al techo, haces un recuento de tu vida y te preguntas: ¡¿Cómo agradecer tantas cosas buenas?!
No sé, supongo que la mejor manera es dando lo mismo. Por eso decidí cambiar. Dejé de encontrarle sentido al esconderme, al quedarme callada, al no demostrar que algo me importaba… 
Me prometí que nunca más me iba a confiar en que aún había tiempo, ni en dar por sabidas las cosas. Que nunca me iba a lamentar de nuevo por no haber dicho “te quiero” a las personas que amo cuando aún pudieran oírme. Que no iba a esperar a que algo ocurriera para cambiar mis hábitos. Que iba a vivir el hoy,  soltando el pasado y confiando en que puedo aportar algo al futuro.
Me prometí ser mejor persona, y bueno… estoy contenta con los resultados, con los avances de este año, y confiada en que el próximo será aún más productivo