lunes, 24 de diciembre de 2012

No lo recuerdo, pero sé que todo está bien.


¿Quieres que te diga la verdad?
No recuerdo cómo fue mi Navidad pasada. Sé que terminé bien el año por la entrada que hay en este blog. Sé que la finalicé sin peleas, sin sueños rotos, sin pendientes… pero no recuerdo haber hecho ninguna lista de propósitos, ni haberme fijado metas específicas para este año. (Quizá por falta de tiempo, de inspiración, o por falta de voluntad… porque sabía que siempre abandonaba las cosas a medias, porque siempre me atenía a otro año siendo igual, teniendo las mismas manías, los mismos vicios, los mismos problemas).

Por más vueltas que le doy, no logro traer a la memoria ningún sentimiento. Nada que me remonte a quién era yo hace un año. NADA. Y probablemente se deba a que la pasé sin pena ni gloria porque dejé de sentir emoción por la cena y reunión familiar de la noche del 24, porque de repente ya no le daba la misma importancia de siempre a estos detalles, a estos cambios de ciclo, a este borrón y cuenta nueva que la gente acostumbra hacer en estas fechas decembrinas…

Sin embargo, pese a todo ese desinterés, creo que en este 2012 todo fue tomando forma; todo fue teniendo sentido.
Y esta vez no voy a decir que fue el tiempo o el destino. Esta vez no voy a demeritar mi trabajo. Esta vez yo solita me aplaudo, y me prometo hacerlo mejor para el próximo año. Porque si todo mejoró fue por mí. Por nadie más.
Fui yo la que decidió cambiar, la que soltó sus miedos, la que por fin quizo mostrarse tal como ha sido siempre.

Este año fui yo la que miró a los ojos, la que abrazó sin ser una fecha especial, la que dijo lo que sentía y la que estuvo al pendiente de todo. De todos…


Este 2012 lo termino de una forma completamente distinta a como lo empecé: con 8 kg menos, y con un alma restaurada.


Puede que en proyectos palpables no haya hecho gran cosa, pero mi trabajo interno tiene el tamaño del estadio azteca. Lo juro… 

Y no es que yo fuera una mala persona, siempre he sido una cursi de clóset y una llorona por naturaleza; pero ahí estaba el problema, esa siempre fue la parte invisible, la que sólo yo conocía.
FUE, ¡se siente taaan bonito hablar de eso en pasado! Pero se siente aún mejor el montón de cariño que he recibido estos 12 meses. 
Y entonces un día te sientas, miras al techo, haces un recuento de tu vida y te preguntas: ¡¿Cómo agradecer tantas cosas buenas?!
No sé, supongo que la mejor manera es dando lo mismo. Por eso decidí cambiar. Dejé de encontrarle sentido al esconderme, al quedarme callada, al no demostrar que algo me importaba… 
Me prometí que nunca más me iba a confiar en que aún había tiempo, ni en dar por sabidas las cosas. Que nunca me iba a lamentar de nuevo por no haber dicho “te quiero” a las personas que amo cuando aún pudieran oírme. Que no iba a esperar a que algo ocurriera para cambiar mis hábitos. Que iba a vivir el hoy,  soltando el pasado y confiando en que puedo aportar algo al futuro.
Me prometí ser mejor persona, y bueno… estoy contenta con los resultados, con los avances de este año, y confiada en que el próximo será aún más productivo

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